El último censo realizado en la republica argentina, ha revelado que 10 de cada 9 argentinos consideran que su vida es una mierda. 
Me negué durante muchos años a aceptar la triste realidad: la vida no solo es poco apasionante, sino que además, es poco interesante. La única aventura a la que uno puede aspirar en el transito por este mundo es que te maten en la calle cuando están las cámaras de “Crónica TV”: siendo que uno lo logró nada de vivo, por lo menos que logre entretener de muerto. 
Cuando era adolescente creía para los 30 años, como mínimo, iba a ser gerente de algún banco importante o director de una multinacional. Con 31, me di cuenta que eso solo le pasa a otras personas, y ahora, me resigne a ser soy docente. ¿Se puede caer mas bajo?
Caí en la cuenta que solo acceden a esos estándares de vida quienes, redondamente, entregan su humanidad en una inmolación sexual-laboral. Pensé que la idea podía funcionar hasta que me vi al espejo: para lo único que puedo usar este cuerpo es para donarlo a la ciencia, y creo que ni ahí lo quieren. La naturaleza no fue generosa conmigo… es mas: creo que se ensañó. A mi, Dios me cagó encima!
Cuando uno llega a los 31 años y se da cuenta que lo único “loco” que le puede pasar en la vida es que le den dos semanas de Movie City gratis, solo por el hecho de que se equivocaron y no porque fueron generosos, te sentás a esperar la muerte y la jubilación, deseando que la muerte llegue antes para que no te mate la liquidación de los “años de aportes”. Pero claro: uno tiene tanta mala suerte que seguro que vive hasta los 90 años y la vida se hace un eterno existir que viene de la nada, va a la nada, pero que necesita de pañales descartables para seguir “disfrutando”. 
Todos los días la vida se nos caga de risa en la cara, y uno recuerda que, por mas que a veces te vaya bien, inexorablemente, te va a terminar yendo para culo. Porque la vida, no me canso de insistir, ES UNA MIERDA.